I'm not gonna write you a love song

Al parecer sufrir en grupo es más entretenido que sufrir en soledad. Me di cuenta de eso cuando yo y mi otra yo vivimos situaciones similares con nuestros antiguos hombrones, que nos descolocaron a las dos, sin siquiera darnos un respiro.

Las historias son diferentes entre sí, pero como esas historias Hollywoodenses, se encuentran en un punto que nos une a las dos de cierta forma y que, creo, puede dar para escribir un guión y saltar a la fama. Claro, si es que vendiera los derechos, pero mi vida privada no sale de lo que escribo con religiosidad y una pluma para el Pulitzer.

Comenzaré con la historia de mi otra yo, que después de una ajetreada agenda de romances, un antiguo amor de juventud la llamó de la nada. Ella, sin saber cómo se consiguió su teléfono después de tantos años y de tantos cambios de equipo y número, debido a los miles de acosadores que ha tenido (y tiene), pero accedió a buscarle alojamiento, ya que se quedaba en la ciudad un par de días.

Tanto así, que el tipo, como ya le tenía confianza, le dijo cuánto ganaba, que no conocía a nadie en la ciudad, así que pidió por favor que le pasara a buscar al aeropuerto, para encontrarse con una cara amigable y conocida. Mi otra yo, como es buena gente, accedió y le dijo que salieran para hablar y saber de sus vidas y lo que esperan para le futuro, aunque el de mi amiga ya tenga la estrella del glamour en él.

Esa noche salieron a beber algo, se rieron y recordaron los tiempos de antaño, cuando mi amiga se debatía entre el punk de Gucci y la estética Chanel y cuando le encantaba ser de esas fashion under, exclusivo de las divinidades que invitan a todos lados y comparten con los rockstar que efectúan sus conciertos en la ciudad.

Todo iba bien, hasta que la llegar al hotel, el homrecito ese, que estaba más grande de cuerpo, de billetera y de historias le confiesa que, a pesar de tener a una pareja, mi otra yo era "the one" y que siempre lo fue, pero que no lo había notado y, cuando la veía en las páginas sociales, recordaba ese idilio que tuvieron y que desea hasta la eternidad.

Mi otra yo quedó descolocada en su mente (ya que la cara de una diva jamás se puede descolocar) y le dio las gracias y que le encantaría verlo otra vez y pensar en este tema, ya que recibe muuuchas declaraciones de amor.

Entretanto, yo cené con un ex.Y no cualquier ex, cené con Él. Con ese que ha inspirado tantos escritos y deseos, del que creí estar enamorada... En fin, como diva que soy, cuando me dijo que nos encontráramos, decidí darle una tregua a mi salidas con hombres que me desean o me desearon y una buena comida con una charla agradable se desarrolló.

Claro, hasta que Él me recordó su cumpleaños y me pidió de regalo un traje sexy, para sacármelo en algún lugar oscuro y con esa lujuria que se nos sale de repente. Allí le dije que no estaba para esos trotes, que yo no era un avance de temporada ni ropa de la misma, sino que la colección inalcanzable y futura en la mente de uno solo y que Él no era el privilegiado.

Además, le hice saber lo tonta que me sentí al descubrir ser la otra y que eso no va para mí, puesto que si no me lucen, ni luzco todo mi guardarropa, ¿para qué salir con alguien? Y, como mi otra yo, quedamos en hablar más tendido este asunto, que de seguro terminará mal, como la historia de mi amiga.

Y es que no puedo olvidar que el odio puede ser un excelente afrodisíaco, si se sabe manejar, Y por Dior que ambos hombres nos hacen odiarlos como a las imitaciones de mala calidad. Pero a pesar de lo anterior, de lo que los amemos o los odiemos, sé que ninguna de las dos les va a dedicar una historia de amor. Eso ya fue y lo que no está a la moda, no se usa ni se lleva.

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