Run Lila Run


Hay situaciones que sólo le pasan a una persona en un millón o billón. Una de esas es mi amiga Lila, más conocida como la diva rockstar y la amante latina de Eddie Vedder. Entre estas situaciones que le ocurrieron es asistir a una de las bodas más chic que se llevará a cabo terminando el invierno capitalino, a la cual no quería asistir, sino hasta la insistencia de todas las otras divas que supieron que sólo le importaba la despedida de soltera, las que lograron convencerla de ponerse el mejor atuendo y dejarse caer por el lugar, pero sin los paparazzis que la asedian.

Pero con esta decisión, también le llegaron varios problemas. Uno de ellos fue deshacer su agenda y dejar libre ese día para el casamiento. A lo que se sumó efectuar un cambio de look y tener un avance de temporada 2015 para sorprender, como siempre lo hace cuando es una de las invitadas de honor. Y por último, lo peor, someterse al pensamiento de qué regalo comprar, debido a que ya tiene el 50% del tiempo ocupado en su trabajo, 45% ocupado en sus rutinas diarias de salidas, belleza y y estudios y el 4,9% en obtener el atuendo ideal.

El 0,1% de tiempo para Lila no era el suficiente, por lo que yo, a la distancia, debía ayudarle con todos los preparativos para el matrimonio. Lo primero fue pensar en el horario para que fuera a probarse atuendos, entre cita y cita que tenía Muy a nuestro pesar, hubo que agendar cenas y almuerzos en las cercanías de avenidas fashion y centros comerciales, en donde la comida no es de lo mejor, pero había que hacer sacrificios por el look.

Tras pasar de tienda en tienda, Lila fotografiando cada uno de los vestidos y modelándolos y yo pegada a mi smartphone de última generación aún no lanzado al mercado para decirle sí o no a cada uno de los modelitos, hasta que al fin encontramos uno color chocolate como su piel, con brillos especiales para la noche y el corto exacto para mostrar sus lindas piernas de gacela, pero dejar con las ganas de saber qué mas ahí debajo de esa silueta.

Pero otro problema nacía: el maquillaje perfecto. Por la premura, todos los buenos estilistas estaban ocupados con otras mujerzuelas que pidieron hora meses antes y a los que siempre recurrimos estaban de vacaciones, aprovechando la  baja temporada, por lo que eché mano a los contactos y justo le conseguí una cita a Lila con el que atiende a otras de mis amigas divinidades, María Constanza.

Con el tema resuelto, las ideas listas, el peinado adecuado y un maquillaje cobrizo casi imperceptible, Lila fue a una de las iglesias de piedra que están en los altos, en una ceremonia old fashion y muy bonita. Después pasó al main event, en uno de los hoteles de moda. Al lugar llegó lo más nutrido de la política y socialités que se puedan imaginar y allí estaba mi amiga, con su mirada penetrante, en la mesa de amigas solteras exitosas.

Según me contó ella misa, se rió mucho, la pasó muy bien, pero hubo varios hombrones que quisieron ser su príncipe azul, pero Lila no quería ser una de esas princesas disque rescatadas sino escribir su propio cuento, por lo que rechazó cada uno de los bailes propuestos, invitaciones, teléfonos y otras propuestas indecorosas de una noche, para portarse como una dama fuera de las noches de rock and roll que acostumbrábamos en nuestro tiempo universitario, manteniendo, eso sí, el halo de misterio que le reportó tantos hombres tras su nombre.

Quizá por eso tantos sementales le preguntaron  a la novia por "esa mujer de chocolate suizo" que estuvo y desapareció antes de medianoche y que nadie más vio... Porque a esa hora estaba la tocata metal que la esperaba.