Strong Enough


Todo el cuento de hadas terminó. Esta maldita telenovela que vivo está en su punto más álgido y, para la próxima temporada no sé a qué personajes traerá. Él ya se disolvió, no es nada de nada; me eliminó de su vida y de contactos. Me sacó de su Blackberry, de su agenda de citas y de los regalos de navidad y (pienso) de mi cumpleaños, próximo a venir.

Pero eso no es lo que me da rabia ni congoja. Él me eliminó a mí, en vez de ser yo quien lo borrara. Mi maldito plan se demoró mucho y todo lo que tenía pensado hacerle, el maldito lo ejecutó antes y me jodió todo lo que había escrito en el papel rosa para los planes maléficos y venganzas. Estoy acabada y con el ego roto. Me siento como Roberta Cappua (la segundona del Miss Universo cuando gano Cecilia), triste, desanimada, sin asunto.

Mi ego se bajó un par de pisos -varios, creo yo-, todo por ser una estúpida que no se dignó a hacer las cosas antes y terminar todo de raíz, dejando que el gusto por las segundas oportunidades y reencuentros sedientos de lujuria tan de María Antonieta que tengo, llevasen el curso a un mal rumbo, sin ese colorete feliz, sin liquidaciones y con las compras de navidad más que atrasadas y, con el regalo para Él comprado, porque estaba al tope de mi lista de "gifts to do".

Ahora entro en esta disyuntiva, pues casi nunca pierdo, pero cuando lo hago me escapo a comenzar una nueva vida, lejos del olor a fracaso, mas creo que seguiré mi drama para que todo se resuelva de una buena vez. No viajaré a la capital para trabajar, no me iré al extranjero ni renunciaré a mi actual trabajo, si no que me vestiré con mi mejor estilo, vibraré estas festividades y tu regalo arderá entre los fuegos de artificio, pero eso sí, te quedará un recuerdo mío... Total "the show must go on".

And the winner is...


Si mi vida fuera una de esas series norteamericanas, demás que me ganaría todos los Emmy's del mundo y hasta me alcanzaría para los Globos de Oro en la categoría de drama, con todas sus aristas (actor, actriz, reparto, guión, etcétera), pero no, esta es la realidad y ya estoy harta de ser la protagonista de tantas desgracias, que simbólicamente llegan a mí, por ser una buena samaritana y por aún arrastrar la bolsa de las compras (en mi casa el pan lo compra la nana).

Los últimos meses de este año han sido de lo más desastroso en mi vida amorosa y los peores en lo que a looks respecta, debido a que me puse muy trabajólica, descuidando la dieta en medio de tanto evento, olvidando las horas del gimnasio y las compras de avance de temporada. Gracias a Dior me repuse de esto, encontrando entre lo que pude, una chaqueta muy linda, unos zapatos de punta maravillosos y otras prendas más que combinables y de lo más top.

Mas, eso no era lo más preocupante. "Él" se esfumó como la neblina al salir el sol. "El otro" se remuerde la conciencia de haber pasado por mi lujuria, reteniendo esa culpa que tan solo queda en nuestras conciencias y en este blog (bueno, la culpa suya, pues yo no tengo nada de nada). Y quedé sola otra vez, acompañada de mi Walking Closet, de los nuevos zapatos -aún no estrenados en alguna fiesta- y de mi perfumería propia, ávida de ser visitada para saber qué esencia me acompañará en la velada.

Pasa la vida, me pasan cosas y todavía no puedo creer que, en el mejor momento de todos, cuando ya todo va bien, aparece (o desaparece) algo que me vuelve al melodrama. Las parejas se me van, la moda avanza casi a mi paso, mientras que antes siempre estaba detrás de mí, mis amigas llegan llorando por consuelo de casas perdidas, matrimonio desechos, novios infieles (algunos conmigo), que me dejan de manto sagrado de los lamentos ajenos, lo que me deja más extraña que Blanche -esa de un tranvía llamado deseo-, queriendo que este drama exitoso termine.

Ya son varias temporadas con el aliento de querer algo más, con la esperanza de seguir y poder, por fin, salir con alguien bajo el brazo, desde una iglesia y vestida de Gucci blanco, con Louis Vuitton, y perlas de mallorca, cristales de svarowski, y una diadema hecha con diamantes rojos, pero no. Siempre llega el artista invitado y se queda mucho más tiempo, embolinando mi fin de tener a Él, al Otro o a Aquél, que siempre viene y se va. Aquel que cada temporada cambia, pero deja el mismo sentimiento, como de esos que te dan ganas de comer helado por kilo.

Las coestrellas que tengo aún no saben qué es lo que pasará con el futuro mío. Todas ellas están resueltas, incluso la cornuda por culpa mía, mientras que yo sigo esperando a que el rating baje para que me hagan el final de serie, con todos los personajes, pero que sea conveniente, tanto para producción como para mí, porque muy buen escritor será Dior, quien me hace pasar estas pellejerías, pero mi imagen la cuido al máximo y, al menos, tendré que cerrar con 40 puntos en el people meter y miles de auspicios que me den regalos, para tener mi guardarropa listo, por lo menos la temporada que venga.