La Popi Goic

Hace poco, una blonda divinidad entró a mi club de amistades, debido a su carisma, características y por ser una rubia debilidad, que nadie puede aguantarse: Popi Goic se unió al club en donde todas las divas estamos, lo que implica que nuestro poder sobre el mundo sigue creciendo.

No es fácil que el círculo se abra, en especial para recibir a una mujer de la que se sabe poco, por su misteriosa vida, pero entendemos que no ande ventilando lo que con ella sucede. Lo más interesantes es que Popi es de esas socialitè que tienen entrada gratuita para todos los eventos, por más exclusivos que sean; se codea con las figuras de tú a tú y es una de las tantas deseadas y envidiadas de su ciudad, por lo que la decisión no fue difícil.

La historia comenzó hace mes y medio atrás, cuando Vero Malloa Somar me la presentó. Yo primero la miré con desidia, debido a su lustroso cabello, rubio 100% natural y con cuidado único. Lo otro que me llamó la atención fue el traje, también dorado, que usaba y como lo hacía combinar a la perfección con su colgante y los accesorios. Pero lo que me llamó más la atención fue el don de mando de la damisela en peligro exigente. Era como una Scarlett O'Hara, que se hacía la desvalida, solo para conseguir algo.

Entre conversa y conversa, me di cuenta que su peluquero era tan exclusivo que iba a la casa, porque ella no sale a la calle sin los cuidados necesarios, es amante del aire libre, tienen entradas para todo tipo de eventos,  le carga la política y su humor es más negro que la última colección de Christian Lacroix. Con esos datos, comencé la investigación de dónde salió.

Vero me dijo que la encontró un día y que se volvieron inseparables  Incluso con los conocimientos de Popi, a veces le ayudaba en la gran consigna de estar con las estrellas del mundo, porque la Popi Goic sabe de todo, es una filántropa, recorre el país por gusto y tiene una fortuna de linaje que es tan oculta, porque parece que es parte de la familia perdida del Zar y que se mantiene todo en secreto.

"Llegó de casualidad a Chile y, como es tranquilo, no se ha ido", dijo uno de los informantes, pero Popi rehuye a esas preguntas y comienza a juguetear. Es media loca, pero con gran corazón. Le carga que le pregunten la edad y gruñe cuando algo le parece mal. Es de armas tomar y se cree joven y alocada, aunque no creo que sea tan joven.

En fin, como tiene diferentes colecciones de ropa, una mirada que enloquece y como también podría ser una enemiga de temer, preferí unirla a mi círculo, para que sea de esas que hay que tener cuidado. Una cara bonita no siempre es dulce y, como a ella le encanta tanto vestirse con jeans Bad Religion, prefiero tenerla de mi lado, que del otro, porque por Dior ya tengo muchas enemigas y Popi puede ser de esas duras y malas, que uno no quiere en su contra, sino de su lado.

Las chicas mal

Debo confesar que nunca he sido una de esas chicas tan bien como la gente supone. Claro, tengo el porte, la actitud, la cara de modelo internacional y angelical, la piel maravillosa que me la envidian hasta las quinceañeras, pero mi pasado, en especial el universitario, guarda tantas de las historias tan extravagantes, como las colecciones de John Galliano o de Alexander McQueen (Q.E.P.D.).

Esa parte de mi vida la tenía borrada de mi historial de cosas bellas y audaces, pero una llamada por un fashion emergency reavivó toda esa nebulosa de algunos años atrás. Marcela Da Silva (sí, igual que Xica Da Silva) me llamó para combinarle unas prendas, puesto que tenía una cita con un muchacho nerd (de los que ahora están ultra de moda), con el fin de verse vestida para matar, pero de una forma casual y que no la acusaran de preparar el momento cuando arremetiera contra esa presa.

Cuando Marce me dijo "acuérdate que yo no soy  de esas niñitas rosa para una cita. Me gusta el rock, el fútbol y el negro, además de ir a bares, ¿dónde le voy a decir que vayamos?"; me entró el Flash back, cuando juntas nos vestíamos de negro, íbamos como diosas góticas, tipo Nina (de Van Helsing, obvio) por las calles, desviando miradas y con la actitud ruda, pero femenina, que nos caracteriza.

En esas fiestas en donde una bailaba apretado, usaba los cinturones Gucci como látigos y -pecado, pecado pecado- estaba de besos con uno y con otro, sólo por el poder que te daba ser la femme fatal de la noche.
Y, como era de esperarse, en ese tiempo tampoco me juntaba con las niñas más de su casa. Allí, como buena rebelde, también una estaba metida con niñas mal, viperinas, de esas con la sangre de abstenta, el gusto en diversos lados y la maldad como un hobby adquirido por la necesidad de verse enaltecidas, ya que no nacieron con esa estampa que tiene una, que hasta cuando se levanta se ve como modelo de revista.

Estaba en esta retrospección,cuando mi amiga Marce me vuelve a la realidad para decirle que se pusiera esa minifalda con estampado de flores y la polera negra, junto al pañuelo lila y unas chalas de señortita, y luego hablé con ella de esta situación de experiencias alternativas y extremas vividas por ambas.

"Una crece para bien. Esas eran niestras tonteras juveniles y aún seguimos siendo las chicas mal. No somos las Barbie rosas, esas que no saben hacer nada. Recuerda que no tenemos tapujos en tomarnos una botella de vodka o cientos Cosmopolitan en una previa, o hacernos las rudas bebiendo cervezas a la par de nuestros amigos. Ahora, lo malo es que también somos muy independientes y a veces, por lo menos a mí, me cuesta ser esa señorita de película a la que le hacen todo", me dijo.

Claro. Yo si bien aprendí a que me invitaran a cenar y todo, nunca he podido no trabajar, y por no ser la chica sumisa y que quieren dominar, es que me ven inalcanzable. Yo, como Marcela, siempre fui la que no aguanté nada, la que se cambiana de trabajo porque le aburría la gente mal vestida o con malos olores, la que pasaba llena de proyectos y terminaba uno para meterse en otro, sin nada tan a largo plazo (soy un alma que se renueva con las colecciones de cada diseñador) y hasta ahora me sigo juntando con chicas mal, claro que en su propia forma de maldad. Rebeldes todas, pero no malas personas.

Incluso, Mi otra yo es una "mala", ya que ella es mejor que yo. A ella es la que llaman, le ofrecen distintas oportunidades, etcétera. Y para todas esas mujeronas que siempre me circundan y con las que me desenvuelvo, les debo dar un mensaje, que no trata de los colores cobrizos y dorados para verano, ni de lo que deben usar para ir al litoral, sino que las chicas buenas son ustedes, no yo. Así que tengan cuidado si mi chica mal aflora nuevamente.