Desclasificando archivos

Esta vez contaré la verdad. Mi silencio, guardado tan celosamente como el traje Channel de adelanto de temporada que me regalaron para mi cumpleaños, ya no puede más. Me he quejado como las diosas nórdicas de la falta de amor y de un hombre bueno que me mantenga y saque a pasear, pero de verdad no es así.

De lo que me quejaba era de no tener a ese espécimen sólo para mí, ya que tuve que compartirlo en variadas ocasiones, no porque fuera uno, sino que varios pasaron por mi piel, cayeron a mis encantos, mi frescor matinal, mi sonrisa y verborrea, lo malo es que todos ellos tenían a una "legal" para sus acciones, mientras que yo realizaba el papel de Geisha que cubre sus más mínimas necesidades.

Sé que suena horrible ser "la otra", pero si supieran los privilegios que te da eso, todas querríamos ser la oculta, la sucursal, la rompehogares, la mujerzuela que se queda con lo bueno de la relación y le roba las salidas a la que está de punto fijo.

Y no es que yo no esté jactándome y defendiendo ser una misstress, sino que, de verdad, como no quiero más compromiso que el de ir al Spa todos los meses, las citas con la peluquería, los viajes, las cenas y las liquidaciones; creo haber optado por lo más fácil, que es tener a uno que ya tiene con quien despertar cada mañana y que le haga el desayuno, pero que malgasta el dinero que le sobra en una.

Así fui una de las grandes zorras (de esas del ártico, con pelaje suave y algo azulado que dan ganas de tener en el guardarropa), que logró atrapar en sus redes a varios hombres pécoras, sin arrepentimiento, sin gota de compasión por la otra. Haciendo el papel de la amante con alevosía y premeditación un par de veces, ya que no importaba que la mujerzuela a quien le ponían los cuernos fuera amiga de una amiga, conocida de años o solo una común y corriente ama de casa que se cruzara... C'est la vie y la vida me ama.