Él


Yo no sé que es lo que sucede con mi vida, pero con cada palabra, parece que me doy más vueltas que jovencita en Patronato. La verdad es que no sé como explicar ese sentimiento que nace de mis entrañas corroídas de delicattessen y amigas envidiosas de mi grandilocuencia, pero creo que por primera vez siento mariposas en el estómago (pero de esas raras, como la Maculinea nausithous, no de las monarca)por un tipo mucho mayor que yo, con una pinta de hombre fuerte y juvenil vivido y con fiesta, lejos de mi prototipo de millonario, cara de nerd, trabajólico y crédito ilimitado.

No sé cuando sucedió, pero hubo un click en una fiesta top a las que suelo asistir, en donde, con solo verlo, supe que quería tenerlo al medio de mi sala de trofeos y fotos maravillosas de mi personas. No pude resistir a sacarle alguna palabra, pero fue él quien me sacó a bailar y de repente me entró su lengua.

Reaccioné como una diva debe hacerlo: desconcertada-algo molesta-con una leve indignación, con el fin de que ese espécimen de primera categoría y alta testosterona se diera cuenta de mi enojo, cosa que no hizo y comenzó a darme más besos cerca de la boca, con los ojos cerrados y diciéndome al oído "te invito a un trago, pero en mi lugar".

Allí tuve la mala ocurrencia de, embelesada por su voz de estereofónica como de los años 60, no pensar dos veces, tomar mi chaqueta y subirme en su auto -que no era del año, pero tenía todos los lujos necesarios para una mujer como yo-, en dirección desconocida y sin saber su nombre, si es que hospedaba en un hotel de excelentes características o en uno de poca monta; o peor aún, si es que su casa habitación estaba en la periferia, o su lugar era bajo las estrellas, en cualquier callejón.

Mientras pensaba en todo eso y me volvía loca, pero siempre compuesta, llegamos a uno de los sectores más caros de la ciudad, donde el tenía su departamento. "Disculpa el desorden, pero solo vengo cuando me toca trabajar acá, ya que recorro el país por cosas laborales". En ese momento me sentí una tonta jovencita, que engañan con el cuento de la prueba de amor y pensando "que se cree este que me trata como mujerzuela, acaso no ha visto mi estampa de mujer de lujo"; y cuando estuve a punto de decírselo de manera directa, me levante y me mete al departamento.

El lugar estaba exquisitamente decorado, con libros por doquier, películas clásicas, nuevas, de autor, etcétera. Allí me acordé de mi lado geek, cuando estaba en el colegio de monjas y siempre estaba entre las mejores alumnas en calificaciones.

Así, en el intertanto que veía algunas de sus revistas -traídas del extranjero, por supuesto- arremete otra vez con sus besos tiernos y rudos, con su olor a macho sediento de mi cuerpo (bueno, todos lo desean y lo envidian), con sus artimañas, seducciones y juegos.

Yo estaba entregada al máximo, lo único q faltaba es que me dijera una palabra y pasar a su habitación, pero no. Él se compuso, se relajó y me invitó al trago esperado, pero siguió con los besos y las caricias, claro que más moderado.

Vimos películas esa noche, me invitó a comer sushi, que pidió al delivery a eso de las 3 de la madrugada, me dejó en casa con un suave beso. Tomó mi celular y se hizo un ring para que le quedara guardado.

Desde ese día me ha llamado varias veces, nos hemos visto y salido de forma constante, he lucido mis perfumes y mis carteras más caras, los vestidos de cóctel y todo lo mejor de mí, pero no puedo recordar su nombre. Cada vez que lo dice se esfuma como un idilio, por eso para mí solo es Él y nadie más que Él... (por el momento)