El Clan Gahan

Este último tiempo mi vida ha estado llena de situaciones muy raras. Una de esas me atacó de noche, mientras no era consciente de mis actos y no podía discernir entre una prenda de imitación y original. Así que para despabilarme, prendo el televisor de plasma de 70 pulgadas que tengo en la habitación y me pongo a escuchar las noticias y HORROR. Salía que varias de mis amigas habían sido apresadas por el tráfico de estupefacientes y drogas duras.

No podía creerlo. Allí salían con el rostro descubierto delante de las cámaras y ¡sin maquillaje ni ropa top! Creí que era un error por mi sueño, hasta que comenzaron a decir sus nombres en el noticiero.
"La banda de narcotraficantes top, conocida conocidos como el clan Gahan ha caído con toda su red. La cabecilla de los delincuentes sería Claudia Gahan, alias Mega Zorra, alias Tyler, alias Ken; operaba desde un cibercafé ubicado en Monjitas, para que no se reconociera el IP de su domicilio y no se le inculpara por el ilícito. Junto con ella también se apresó a Alondra, alias Barbie barbitúricos; quien sería la distribuidora de fiestas y del sector norte de la capital. Ella, al momento de la detención, se encontraba en bikini, paseando a su gato Tomasito por las inmediaciones de su hogar y dijo no tener nada que ver con Claudia Gahan, que ella no era su amiga, ni que habían visto películas días antes en su departamento.
También se apresó a María de la Paz, alias Spielberg, alias Sofía Coppola, alias etc., etc., etc., y a Marcela, alias la marinerita, distribuidoras del sector oriente de la capital. La primera negó su vinculación con la cabecilla, ya que afirmó que sólo hacía cameos por su casa, aunque las pruebas demuestran que de la Paz distribuía a algunas personas del espectáculo alternativo de Santiago. A Marcela, en tanto, se le descubrió con medio kilo de clorhidrato de cocaína de alta pureza, que se justificó de tener, porque era parte de la terapia de rehabilitación de su madre, quien se accidentara días antes.
La distribuidora de la zona poniente, Sara Di Vincenzo (esa soy yo) aún se encuentra prófuga de la justicia. Di Vincenzo actuaría como la que hacía los contactos en el norte del país, con la excusa de visitar a sus familiares que viven en la ciudad de Iquique. A la vez que sería quien ideará el lavado de dinero, trabajando en la filmación de una película independiente del director Ernesto Araya, quien al ser consultado por nuestro medio, dijo que le parecía raro que no tuviesen que pagar por las locaciones, además de algunos auspicios bastante extraños, proporcionados por la galería comercial Copacabana, además de un sinfín de particulares que donaban de forma anónima.
La droga era guardada y distribuida en potes de mermelada con el logo de las hermanitas Gahan y aún no se tienen antecedentes de a cuánto ascendería monto que manejaba este clan para sus negocios o las vinculaciones con personajes públicos de nuestro país".
Allí me alteré y dije "por Dios, Ives Saint Laurent, Saint Troppez and Virgin Records", que por favor no me encuentren sin antes haberme inyectado el botox, por favor que no me vean vestida como para Halloween, Diorcito. En ese momento gritaban tras mi puerta y sonaba una sirena a todo dar y yo estaba muerta de susto, cuando con una patada voladora irrumpe Alondra para despertarme, ya que teníamos una reunión urgente y mi alarma sonaba y sonaba sin parar.

Conduciendo a Miss Marce

Creo que he generado algo de Karma negativo después de quebrar mi dieta y atragantarme con tantos carbohidratos en un solo día. Esa es la única explicación para que me haya tenido que perder un suculento almuerzo por acompañar a una de mis amigas. Hace un par de días Marce me pidió que la guiara por alguna calles del anillo Américo Vespucio Poniente, ya que no tiene idea de que es lo que hay más allá del final de las líneas de metro.
La cuestión es que me llamó para que la ubicara geográficamente en el lugar, ya que el auto con GPS incorporado estaba en el mecánico y necesitaba hacer unas grabaciones por su trabajo. Así yo, la buena samaritana, accedí sin problemas para recorrer los dos lugarcitos que Marce tenía que filmar.

Para el primero no hubo mucho problema, lo encontramos casi enseguida y sólo pasamos por delante de la calle unas 4 veces, antes de darnos cuenta de que estaba media oculta y entrar y encontrar la famosa casa. Allí esperé a mi amiga mientras realizaba su trabajo, a la vez que pasaba el tiempo y yo leía y leía el libro de ciencia ficción de la semana. En eso ella se va y pasa a la casa de su jefa a hacer vida social y ya era hora de comer algo, pero pensaba que una Diva se aguanta las ganas y espera el momento indicado y come poco y despacito, así que no le hice caso a mi ruidoso estómago plano que da envidia.

Y pasaba y pasaba el tiempo, yo estaba un poco nerviosa por mi otro compromiso, aunque sabía que todavía quedaba una casa. De esa manera volvimos a la carretera para encontrar el palacete perdido en la comuna llamada Maipú. Al principio no hubo problemas, pero cuando entramos a la carretera, morí.

No puedo creer que haya camiones transitando por la ciudad, no que haya tanto polvo ni nada de eso. Mi sentido de la orientación se fue a las pailas y, como Marce carece de ese sentido, terminamos dando vueltas por Lo Espejo y Pedro Aguirre Cerda, dando vueltas y vueltas por el anillo de Vespucio, viendo todos esos arreglos que llevan años y años, además de automóviles que parecían reliquias de museo.

"Por Dior y Saint Troppez", dijimos. Eso ya era demasiado y el tiempo corría y no había ninguna crema antiedad que pudiese detenerlo. Entonces nos volvió algo de lucidez y tomamos, después de más de una hora, la ruta correcta para la última casa. Estuvimos todo ese rato yendo en sentido contrario, por lo que jamás llegábamos al destino final.

Ya en el lugar, mi hora de almuerzo pasó hace rato, estaba con dieta tácita y con un humor no muy bueno, ya que necesito azúcar para pensar. En eso nos vamos y Marce me dice "que bueno que me acompañaste, porque si no, jamás hubiera llegado a las direcciones". Cosas que nos pasan a las rubias.

Alondra trepa por Chile


La vida es tan rara a veces, que nos juega muy malas pasadas. Muchas de esas veces una tiene la mala suerte de estar acompañando a la persona a la que le hace esa jugada. Y una como es regia, no puede demostrarse impaciente ante este hecho, por esa razón una mujer como yo toma aire y saca a relucir su destreza con los lugares más recónditos.

Eso es lo que me pasó a mí, cuando (no sé si por castigo, ya que un día no combiné bien la ropa) tuve que ir de chaperona de mi amiga Alondra -una niña bien, simpática a morir, regia, toda Diva Pop Star y maravillosa con sus zapatos de tacón Channel four sesons-, pero que no sabía que existía algo más allá de Avenida Grecia o más allá de Santos Dumont. Tanto es así que su doctor la mandó a buscar unos exámenes a la periferia con dos objetivos: 1.- que conociera un poco de la capital, que no fueran las tiendas de descuento y los lugares nice de la vida y 2.- porque debía enterarse de cómo vive la gente menos afortunada que ella.

Así, yo como gran amiga de Alondra y con un repertorio gigante de voluntariado en esas zonas de menos fortuna, fui su guía en esos recónditos parajes, llenos de DFL2, pastos sin cortar, sitios eriazos, hospitales (no clínicas), gente a al espera de ser atendida en grandes filas... Ufff, si de verdad fue una odisea, un viaje a otro mundo por ese carro llamado metro de la línea 4 (que tampoco Alondra conocía y llamaba la línea azul) y así, altivas y regias mirábamos desde la altura como pasaban y pasaban casitas, micros, caballitos y mucha gente con coche y guaguas.

Estuvimos tanto rato en la locomoción colectiva, que nos olvidamos que existía una ciudad de cemento real, ya que veíamos tanto campo, que nos daban ganas de ir a nuestras parcelitas de mil hectáreas, mientras yo explicaba a Alondra que eso era lo más característico de la periferia y que no se preocupara, que no íbamos a estar allí por siempre . En eso, llegamos a nuestro destino, un hospital con olor a formol y lleno de gente sin ropa de diseñador, sin gusto, sin combinar, sin nada de nada, aparte de peinados a lo "despierto de la almohada".

Ambas tuvimos un gran shock al ver a tanta gente desaliñada, por lo que optamos por estar lo menos posible en ese lúgubre lugar. Caminamos como las diosas que somos para encontrar dónde retirar los exámenes, hasta encontrar el edificio. Era aún más horrible que el hospital. Pintura fea de hace como 5 años, corroída por el smog, por el polvo y cuántas otras cosas, lleno de gente como la anterior, pero que estaban alrededor de la ventanilla de informaciones, sin pedir nada, como si estuvieran venerando a la señora horrible con permanente mal hecha y maquillaje descontinuado en los ochenta, en ese instante Alondra camina como en la pasarela, se arregla la estola y pasa delante de todo ese gentío y le pregunta "¿donde retiro esto?", a lo que le responden si es que ha ido al donde se retiran los exámenes.

Allí, Alondra se devuelve camina otra vez y saca petróleo con sus taco aguja, se dirige a la ventanilla y pide que le den lo suyo, sin arrugarse y sin prestar la más mínima atención de las miradas de todos los hombres y mujeres de nosotras (tanta deidad junta es peligrosa). Después de esta situación, nos fuimos otra vez en el metro, para repasar lo aprendido en esa visita a las localidades alejadas del downtown. Y me enorgullece decir que mi amiga Alondra jamás saldrá sola -ya que se puede perder-, nunca querrá comprarse una casa por allí y cambiará de médico, además de ponerle una demanda por daños y perjuicios, al acercarla a un mundo lleno de infecciones en el aire, porque -según creemos- la intención, más que conocer a la gente común, era que se enfermara de algo para poder sacarle más dinero.