Person of the year

En estos días he tenido tanta envidia (pero de esa sana, que no mata a nadie ni me pone esos deseos de vendetta o maldad, que en mí son tan divinos), debido a que una de mis amigas tuvo su propio cuento de hadas, o mejor dicho, remake de película hollywoodense y sin quererlo, sólo por ser encantadora, inteligente, tener esa belleza rara que encanta en Europa y ser tan geek, como para ser un clon femenino de Bill Gates.

Esa maldita Wheela-siempre quise decir esa frase- tuvo su propio "Miss Congeniality" cuando le tocó viajar a Holanda para hacer esas charlas donde hablan en idiomas extraños (no los extranjeros, ya que me manejo en varias lenguas, sino con tecnicismos dificilísimos), en torno a lo que son las redes sociales, los Hardware y Softwares, entre un sinfín de otras cosas, en las que mi amiga más nerd pasó un par de días entretenida, en vez de buscar un marido o un hombrón para probar sabores extranjeros, hablando de cómo captar más asiduos a una fórmula para la creación de páginas web.

En esos días, mientras conversaba con el mundo y le reservaban un asiento en el almuerzo, fue cuando Dior la iluminó y, a pesar de estar triste por ni siquiera quedar entre las finalistas por ser la más regia de Latinoamérica en muchas de cosas nerd de las que sabe (que yo creo que no son tan importantes como saber con qué color combinar las uñas y la cartera y cómo rescatar la vestimenta vintage para poder usarla esta temporada), recibió el premio más importante de la jornada "Person of the Year", el que no estaba en ninguno de esos sueños de diva.

Según contó Wheela, después de que ni siquiera la nombraron en la categoría latina, se puso a pensar en cómo hackear los computadores de la organización, porque le habían robado ese bello pisapapeles de cristal que le darían, cuando de repente la nombraron, así como nombraron ganadora a la Chechi Bolocco en en el Miss Universo. 

Acá Wheela, como estaba pensando en su malvado plan que la haría ganarse un puesto al lado Maléfica (la hechicera que hizo dormir a la princesa Aurora) y de Miranda Pristley, ni se inmutó y apaludía de una manera normal, pero con cara de odio al mundo, hasta que el español a su lado le dijo "que haces acá, si has ganado, vete a coger tu premio". Así, ella se levantó como cuando Blancanieves estaba en el bosque, con cara de no saber nada y caminó por la alfombra roja, nerviosa, pero manteniendo el paso de top model que le enseñé. 

Al llegar al estrado a recibir su medalla de oro y reconocimiento, Wheela tuvo ese momento iluminado, en donde no deseó la paz mundian ni nada, pero agradeció a todos por votar por ella, que jamás se sintió tan popular y un etcétera de cosas que ya no importan. 

Lo mejor vino después. Se paseó por Europa con su medalla (lástima que no dieran corona), llegó a Chile feliz con ese mérito y con cientos de invitaciones de hombres que manejan universidades y algunos de los más chics books de acompañantes y con números de teléfono de esos hipsters guapísimos, que vendrán al país sólo para conocerla "de manera cercana".

Pero lo mejor no fue eso, que de pasar de ser princesa, pasara a ser reina, sino que irá a Harvard a dictar una charla a esos jóvenes guapos, rugbistas, inteligentes y con un gran futuro, lo que me llama en demasía la atención. No es que dude de sus dotes de oradora y de buena gestora, pero me tinca que hubo una historia con corbatín que no contó y que la llevó a U.S.A. con visa lista y todo en un par de días.