Acaba con él?!?!?!?!


Me encuentro en un dilema de esos de drama de Shakespeare. Ese "Ser o no Ser" del que tanto se habla, que todos saben, pero que casi ninguno ha experimentado como tal y que, creo, me ha llegado por mi divinidad.

El otro día, mi yo interior -ese que es más bello que lo que se ve por fuera, ya que es divino, maligno, seductor, apasionado y ultra mega súper bitch- tuvo congoja por estar hablando con el otro sin poder decir ni hacer nada para recordar esa noche en que nos conocimos piel a piel (la mía muy suave y humectada, mientras que la de el otro un poco reseca, hay que decirlo), puesto que estaba en la celebración de cumpleaños de su novia, que -se supone- es mi amiga.

Pero también recordaba al maldito Él, ya que el lugar de la fiesta era en donde el hombre sin gracia ya me mostró en sociedad, se paseó conmigo, me dio el beso más cálido y luego me llevó a su casa, para comerme de postre. Eso me lleno de nostalgia y lo único que deseaba era irme de una vez de allí y sacarme el traje caro, las joyas, los zapatos Jimmy Choo's y todo el atuendo para deslumbrar, que no sirvió de nada, porque no quise ir de cacería.

Yo pensaba que siendo una Marylin no me afectaría esto del amor no correspondido y que me iban a llover los hombres sedientos de un pelo sedoso, con clase y, por qué no decirlo, con una estampa de Femme Fatale muuuucho más grande que cuando era Jackie; mas estaba equivocada.

En este instante me debato entre seguir como una mujer libre de toda culpa, con un rubio de verano divino u opacar mi platinado por culpa de un (os) malagradecido (s). Mi corazón puro, como la nieve que cae en la Antártica y el agua de los hielos del mismo lugar que alimenta el whisky de mis amigos patagones, no puede aguantar más.

Como dije en un principio, me encuentro en un dilema: acabar para siempre con él y el otro, o tenerlos igual, aunque sea como amigos. Sé que es difícil, también estoy consciente que con el otro fue tan solo una noche, pero siempre hay miradas raras, mientras que con Él la cosa es diferente. Él afectó mi sanidad mental, mi vida, cambió mis hábitos y me obligó a ir a lugares poco decorosos, jugó con mi alma de niña buena y me dejó aturdida sin saber pensar en la última moda, le aguanté que no combinara colores y que se vistiera como para ir a trabajar en la construcción (horrible, si no está de moda lo Grunge).

Y en eso estoy, viendo si es que lo esfumo de mi preciosa, maravillosa, divina e insuperable vida de Diva Pop Star, o se queda como aliciente para que no vuelva a ocurrirme un tropiezo de tal tamaño, ni tenga que dejar de lado citas, perfumes, regalos, fiestas, cócteles y tanto otro evento de mujer profesional socialité, porque de eso sí que me arrepiento, pues una nunca puede dejar de lado la ocasión para comentar lo mal que se viste una enemiga.

Bueno, me debo apresurar en decidir, ya que el tiempo corre y ninguna crema antiedad puede detenerlo, ni un lifting o una cirugía pueden corregir lo que las horas y los días te hacen.

Debo ser fuerte y convertirme una vez más en la mejor cazadora de especies de billetera abultada, ganas de darme dinero y calzado 48, para poder compensar toda esta amargura. Si al final, a la que tienen que rendir pleitecía es a mí, aunque sea la otra o la casual.

Bienvenida Marilyn


Tuve una revelación: hacer un cambio que rompiera con mi rutina anterior y me despejara de esas cosas malas de la vida, de Él, los otros y aquellos, que sólo estaban para descompensar mis ansias de compras y mis espacios para resaltar mi belleza natural.

Así, como mujer decidida que soy, no quise cambiar mi estilo único de ropa, ni cambiar mi trabajo o pasar a ser una dueña de casa. Lo que hice fue aún más grande, un tanto irracional, pero no descuidando mi postura de Diva, ni dejando de lado esa sensualidad que expele mi ser, sino más bien la reforcé: me teñí el cabello de color oro.

Puede sonar como una atrocidad dejar de ser una Jackie para ser una Marilyn, pero la verdad, no me interesa mucho. Mi inteligencia, viveza, carisma y hottness aún siguen siendo de latina, con ascendencia europea, de mujer de rasgos fuertes, pero ahora un tanto perfilados por el rubio químico del pelo, pero que para nada se ve falso.

Debo decir que fui muy cuidadosa. Me planteé todos los desafíos, pros y contras de ser una rubia debilidad; desde las nuevas combinaciones de ropa y calzado, el maquillaje, el cuidado del cabello, los nuevos colores a utilizar y la discriminación de la que sería parte.

Me detengo en este último asunto, porque si bien las morenas eramos las que todos escuchaban, las lindas, pero no tanto, las inteligentes, etcétera, etcétera; las rubias solo son vistas como el objeto de deseo. Ese trofeo que cualquier hombre quiere tener, pero que como tal, no deja hablar, solo que se vea bonito y que cause envidia en su entorno.

Repasé una y otra vez las complicaciones de volverme una Femme Nickita y, estando con mi peluquero lo decidí. Quise evolucionar como Cecilia Bolocco, conquistar más hombres y mejorar el carácter, tener presencia internacional, que crean que soy extranjera cuando hablo inglés y que reconozcan que parte de mi guardarropa es de colecciones foráneas y que, ahora sí, son una presa difícil de alcanzar, de esa que a los de billetera abultada les encanta conseguir, no importando el precio.

Por eso, aunque tenga que ponerme el traje de gacela, tengan cuidado, porque seré yo al final la cazadora.