El otro


Existe un nuevo hombre en mi vida. Bueno, nuevo, nuevo no es; ya que ha revoloteado cerca de un año cerca mío y no me di cuenta, hasta que un gesto suyo me movió entera, como cuando entré a mi tienda favorita y vi que comenzaba una de esas liquidaciones que no anuncian por ningún lado (con más de un 50% de descuento en TODO). Tan emocionada y, a la vez, compungida por la situación.

Este nuevo espécimen (al igual que Él) todo lo que yo busco en un hombre: educación, tema para hablar, formal (pero lindo y bien llevado), sonrisa en los labios, cuerpo deseable a la vista, más edad que yo (una siempre debe ser la joven en la relación) y un trabajo estable y acomodado que ayude a sobrellevar las necesidades básicas que una fémina como yo necesita suplir -peluquería, manicura, ropa nueva, zapatos, bolsos, carteras, cenas, cremas, gimnasio, vacaciones y escapadas de fin de semana, etcétera, etcétera-.

No recuerdo bien cómo lo conocí, pero sé que fue causa de Camila, quien me lo presentó en una de esas noches de juerga llenas de cosmopolitan, mientras una reía del acontecer noticioso nacional, viendo lo pobres que se veían las ministras de gobierno, con vestimentas que parecían compradas en la ropa usada. Y el otro bebía un Whisky con energética y un par de hielos, acercándose y hablando suavecito, pero varonil.

Ahora recuerdo que lo más impresionante de este espécimen fue que supiera de lo que hablaba y que, además de dar su comentario, me diera un beso en la mejilla, manifestando lo interesante que podía ser pasar una velada conmigo, sólo conversando de la vida.

Desde aquel momento conversamos de todo, pero los más importantes momentos fueron cuando estábamos casi a solas, cuando el nerviosismo de ambos se notaba -como cuando uno va a una cita con un atuendo usado anteriormente, pero que sabe le sienta bien-; a la espera de que el momento llegara a cautivarnos y ser solamente nosotros.

Pero, a pesar de todo lo anterior, no abrí los ojos, hasta que, como juego de niños, frente a todas las amistades, me diera un golpecito en la mejilla y exclamara "disculpa, te golpeé" y comenzara suavemente a acariciarme el rostro, tan bien mantenido a base de agua y cremas hidratantes y antiedad.

Tras esto, fui a buscar un artículo de cocina en su departamento, para el mega evento de una amigaza. Allí me dijo que le acompañara a su oficina, en donde se dio cuenta de mis jeans enchulados y tocara suavemente la pierna, alabando la suavidad que tienen. En ese momento me sentí un poco abrumada y todas las conversaciones llegaron a ese lugar, con la sensación de que pasaríamos a ser más. ¡Más!

Claro que no todo es tan rosado como en el mundo de Barbie y su novia lo llama por teléfono, por lo que el momento mágico se rompió. Aunque me llama, me busca y me come con la mirada, no sé si pueda ser otra vez una caniche o zorra del ártico, para devorar a ese suculento manjar, tan bueno como el de mi restaurante favorito (que también es el favorito del otro y que le queda justo frente a casa); por lo que mi disyuntiva deriva en que puedo ser golosa y comer dos platos, o tendré que ser estoica y conformarme con uno solo.

Me conozco, y como mujer/femme fatale/diosa del olimpo, sé que, tal como los zapatos, un hombre nunca es suficiente, así que ahora mi subconsciente me dirá como manejar esta situación. Ser la otra del otro o ser la única de Él (aunque a Él puede que lo haya inventado).

I want your Bad Romance


Sola. He estado sola ya mucho más tiempo que el que ha aguantado mi presupuesto y mi edad y ya es un año más sin tener algo estable, fuera de todo idilio. Ya me cansé de mis tantos viajes, llenos de "international affaires". Me aburrí de pensar en él, como si no existiera otro, en especial si estoy con otro que me compra lo que mi lujosa y lujuriosa mentalidad pide, sin medir precio, dificultad o número de cuotas de endeudamiento.


Pero nada se compara a tu falta de tino y dificultad en los detalles, esos comentarios tan desatinados y combinaciones de colores y prendas tan out de todo el fashion. Esas chaquetas añosas, el clóset lleno de tonos oscuros y de la bella chaqueta de cuero con la que me deslumbraste.

Soy una tonta. todo por culpa de las decenas de cuentos de princesas en donde el galán las va a buscar en caballo, las salva de las demoniacas fauces de un dragón, una bruja o cualquier estereotipo de un mal vestir y un maquillaje sobrecargado, para luego quedarse de reina, yendo al gimnasio y con sirvientes por montón para que no se le resquebrajen las uñas.

La realidad no es así, en este momento ella me lleva a contemplar mi colorete natural, el labial nude lips y ver la TV, mientras no hago nada más que repetir en mi cabeza, entre el color chocolate (casi natural) de mi pelo y los químicos de alisamiento, esas palabras en el video más top para los MTV Music Awards, el que de segurito se lleva la mayor cantidad de premios, aunque se haya lanzado en 2009.

Así estoy, con el pensamiento fijo para reflotar algo que no sé si existió, pero si lo inventé, debo haber estado muy ida por los químicos de la peluquería y la manicura, que por Dior, hace tiempo que los encuentro mucho más fuertes.

Si hasta me dan ganas de ponerte un GPS, divino ÉL, para rastrearte y poder hacer un rapto. O comprarte como una mercancía, que sé, te gustaba jugar con eso. Y, mientras me cortejan otros cinco caballeros inocentes y yo recibo sus regalos, como una dama debe hacerlo, según el protocolo, mas siempre pienso que la culpable de que tan buena presa escapara fui yo, debido a mi torpeza e inseguridad (que si no se debían a lo químicos, seguro era por ese kilo de más que subí).

En fin, somos como el aceite y el vinagre, Romeo y Julieta, Gucci y Burberry; estamos a años luz de distancia, pero hacemos una excelente, provocadora y temible mezcla, que de unirse, perjudicará a uno de los dos.