Frenemies


Estoy en una posición extraña, y no es por las clases de yoga que retomé o porque la vida me tenga en un enredo de situaciones amorosas, sino más bien por causa del trabajo. donde tengo que competir con garras, fuerza, toda mi astucia y mi guardarropa contra una amiga, que si bien no es de esas más íntimas que sabe todos mis secretos no tan mejor guardados, existe un sentimiento especial por ella, debido a que siempre ha estado alejada del sentido del gusto y de las dotes escriturales y de dicción que una tiene por naturalidad.

Esto pasó, porque como nunca antes, me adentré en las lides políticas, muy alejado de mis antiguos acercamientos tipo Marilyn Monroe y uno que otro Mónica Lewinsky que una efectuó en una noche loca de mucha champaña y poca comida (para mantener la figura); sino que me fui a ser más Condoleezza Rice u Olivia Pope y ser la más mala de las malas, para que tu cliente se vea como el ángel más bueno del reino de Dior y Chanel.

Nunca entendí muy bien cómo caí en este asunto. Puede haber sido por venganza -uno de mis antiguos jefes y su familia no me jugaron muy limpio y las divas somos como los dioses griegos: vengativas y maliciosas- o sólo se me da a veces eso de ser Medusa en vez de Afrodita o Atenea y juego a ser un poquito diabólica, cambiando el rosa de mis labios por un rojo Maléfica (edición limitada), para sacar a relucir mi maldad interior (más que respeto, el miedo ayuda a tener a todos el línea). 

Así que en mis planes para hacer justicia para mí, esa amiga de la que hablé antes apareció. Ella no es bella para nada, no tiene sentido de la moda, no sabe hablar muy bien, a veces sus comentarios no son sarcásticos, sino que poco acertados; y apareció justo en la vereda de frente. Esa vereda a la que planeé prenderle fuego y luego tirar sal para que nada crezca y en un momento (una milésima de segundo, que es lo que me demoró en combinar colores), pensé en recular y no participar en esta guerra política, pues no se vería bien ir a visitar a los pobres con carteras Louis Vuitton.

Luego recapacité. La bomba atómica no vio si estabas vestida de Christian Dior o Versace cuando explotó, tampoco en el juicio final cobraba sentido tu amor por el buen gusto (o el malo), así que me dije "Seré como Juana de Arco y pelaré por mis convicciones, para llega a ser como Evita, siempre al mando y a la moda, con un séquito que me cumpla los deseos". Tomé mi rubor de lucha, lo coloqué y ataqué desde mi mejor ángulo, que no es externo, sino interno: La inteligencia.

Me dio un poco de pena esta amiga y me dará más penita cuando yo deba cortar su cabeza para mostrarla como trofeo y colgarla en mi sala u oficina, pero así son las cosas. No mentí ni engañé (como suelo hacerlo al principio de una relación amorosa, para que paguen la cuenta cuando no quiero gastar), a ella le dije todo claro, excepto la parte de su sacrificio, pero creo que podría tenerlo más que claro, porque tan tonta no es.

Y, si no salgo victoriosa, tendré que ponerme mi mejor atuendo, un gran peinado y desde mi vereda ser quemada en la hoguera como a la heroína francesa,  para tener una muerte digna, llena de flores y con diversas maldiciones, con el fin de volver como las brujas de Hocus Pocus, donde obvio seré la versión joven de Sarah Jessica Parker y no la actual crítica de Carrie Bradshaw. Una siempre aunque muerte, no debe ser sencilla.




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