Ni tan Thelma ni tan Louise

Viajar con amigos no tan amigos ni tan íntimos como uno los quisiera debería ser algo penado por la ley y prohibido en todos los países del mundo; o por lo menos con una advertencia al viajante, que diga "bajo su propio riesgo", por lo desventuradas que pueden ser estas travesías, que más que glamour, joyas e historias ideales para los Tea Party, al final te suelen traer dolores de cabezas y hacen de tus disque BFF, las más zorras y arpías con ansias de dejarte mal, por quitarles protagonismo, debido a la estampa que una tiene por donde vaya.

Y no solo lo digo por lo que a mí, como deidad del viaje me ha acontecido, sino que varias de mis amigas han tenido que soportar lo que es ser la no problemática de estas salidas al extranjero y deben actuar casi como chaperonas, en vez de femme fatale y tener que dejar de lado ese montón de "international affairs" que estaban programadas con antelación y con la mayor cantidad de hombres guapos que los tragos, los lugares y los celos que ellos tengan, aguanten.

Lila fue la última caída en esto. Esta mujer con la que estudiamos juntas y preparamos nuestro grado académico tomó una decisión para quitarse el estrés, sin medir las consecuencias y se fue al extranjero con una de sus grandes conocidas y otrora compañera de trabajo. La verdad es que en las salidas a ninguna le iba mal. Ambas lograban llamar la atención donde fueran, la pasaban bien y eran cómplices en esas mentiras piadosas de cosas como ser like a virgin y la edad que una nunca cumple.

Por eso decidieron arrancarse unos días y Lila soñaba con estar en el paraíso de las compras, pasear por lugares llenos de otros extranjeros que alabaran su piel mate y su peinado sin edad y que se admiraran de sus conocimientos del fútbol (ella es como una mina de oro de información de cuánto calza cada jugador, los músculos que tiene, lo rico que son y, menos relevante, los equipos donde ha jugado y goles metido), por lo que se hace un espécimen raro y atractivo para cualquier adicto al balompié. Pero sus sueños quedaron deshechos cuando, en vez de pasear así como compradicta por diversos lugares, tiendas de diseño y visitar cuanto bar estuviese cerca del hotel, tuvo que conformarse con paseo casi de gira de estudiantes, donde, claro, conoció diversos museos, se empapó de la cultura, pudo ver cosas en el el terruño no existen, pero no conoció "la comida local".

En una de las llamadas que le hice para saber cómo andaba todo, puedo jurar que Lila me pasó parte de su dolor al decir "sólo me he comprado dos prendas y son deportivas. Esto es como estar encerrada", Yo me contuve, pero casi se me escapan las lágrimas. Estar en una de las capitales de la moda, donde se manufacturan los diseños, en donde las telas son las más finas existentes y no comprar como Dior manda, por estar cuidando a otra menos afortunada, ¡jamás!

Como buena samaritana que soy, le dije que no hiciera problemas, que ya todo lo malo lo pondría su travel friend y que sólo mantuviera esa sonrisa que una le da a los hombres que pagarán la cuenta al final de la noche y que fueron un fiasco en toda la velada: cálida, serena, de empatía con un dejo de "esta es la última vez".

Otra de las situaciones que la consoló es que iremos al distrito del lujo a su llegada, para quitar toda esa mala vibra, que solo una terapia de compras puede solucionar. A lo que se sumó esa salida, como en los tiempo de la universidad, donde una iba a conquistar lo que se viniera. En ese tiempo eran estudiantes con futuros prometedores, ahora iremos por los macho alfa que nos hagan regalos y mimos.

Antes de terminar, no me querría ir sin recordar a esa ídola de tantas, Christina Rosenvingue (esa de Los Subterráneos), con una de sus letras que dice "Tú por mi, yo por ti"... A la amiga viajera se la comieron los cocodrilos y mi Lila se salvó, por lo que ahora "iremos juntas al mall que haya que ir".


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