Dos cosas que me gustan en demasía son los hombres y comer un buen plato de langostas y la combinación entre ambas es la mejor de todas (no un una mutación, tipo película "La mosca", sino en algo así como una cena de gala, obvio).
Por eso, vuelvo envidiar a mi amiga Wheela, a quien no sólo le basta ser una de las nerds más reconocidas del mundo y Latinoamérica en lo que respecta a programación y cosas del mundo virtual que los fanáticos de las computadoras, en especial a los tipo Bill Gates; sino que ahora es una "men eater" de las más reconocidas, buscadas y tramitadas de la vida.
Debo reconocer que me costó mucho tiempo que reconociera su potencial y que ocupara todos sus encantos "geek" para cautivar al círculo que la veía como un androide asexuado, con características de mujer bonita, antes de pasar por el cambio de look, pero que gracias a que siguió mis consejos, se pudo dar un banquete que ya quisiera yo y que fue costeado desde los zapatos que utilizó, hasta los pasajes, cena, postre y café de sobremesa, por este caballero, al que llamaremos Mr. Lobster,
La historia se remonta hace varios meses, cuando Wheela conoció a este señor del mundo de las tecnologías en uno de los tantos encuentros a los que ella suele ir a Europa. En ese momento, Mr. Lobster quedó prendado de su estampa latina, su fuego en la mirada y, claro, del conocimiento matemático y de programación que esta mujerzuela tenía.
Según el relato de la madama de las nuevas tecnologías a este Mr. Lobster lo escogió en Holanda, donde tuvo el primer encuentro cercano, pero no quiso ser una leona tras la presa y lo dejó ir tranquilamente, para ver cómo la curiosidad lo iba acercando de a poco a esta trampa mortal.
El segundo encuentro fue en Alemania, donde lo hizo hervir en deseo, pero aún sin probar el bocado. Vulgarmente Wheela fue una calienta sopas, pero de esas caras, que se demoran tres días en hacerse, no como las pobres que vienen instantáneas y listas para que se las sirvan y que satisfagan una necesidad corta, sino que la idea es la ansiedad por más bocados, no importando lo inalcanzable que sean.
Así, tras dejarlo en ebullición por largo rato, esperó a que estuviera en su punto y en México, aprovechando unas vacaciones pagadas, gracias a que es la trabajadora del milenio en su oficina, se puso en contacto con ese hombre/animal, el que voló miles de kilómetros sólo para verla en su gloria y majestad.
La cita se dio en uno de los restaurantes más caros del país cuate, que con sus precios parecía que estuvieras en Aruba. Allí, Mr. Lobster esperaba y esperaba paciente a que Wheela se dignara a llegar, lo que una diva siempre hace, para crear expectación entre los comensales y el señor en ebullición.
Mi amiga pidió todo lo que pudo y lo más caro, que no se comió, incluido un pariente de su "Mr.", ya que vio un perfecto ejemplar de Isla Juan Fernández a precio estratosférico que sería la guinda de la cita, con la cual decidiría si hincar sus dientes en ese espécimen escogido con tanto cuidado y cocinado a fuego lento o dejaría que el plato se lo comiera cualquier carroñera.
Ya le quedaba tan poca dignidad a Lobster, con sus ganas de convencer de cualquier manera a Wheela, que ella, tras hacerlo pagar la cuenta en totalidad, le dio un pequeño beso de adiós y le guiñó un ojo, lo que fue suficiente para que el hombrón explotara en su ardor y, nadie sabe como, le llenara de regalos la habitación del resort mexicano en la que ella alojó.
Estupefacta, Wheela no sabía que hacer y entre tanto éxtasis por los Louboutin, Jimmy Choo's, Max Mara, Omega y otras tantas bolsas con marcas, no se dio cuenta cuando comenzó a devorarse al crustáceo delicioso y bien cocinado, hasta dejarlo desgastado y reducido a su mínima expresión.
Claro que por más que quisiera llevarse los regalos, con la dignidad que la caracteriza, los miró una vez más, los olió y hasta los abrazó, pero no quería sentirse ni que la trataran como a Julia Roberts en "Pretty woman", sino que la vieran más como a su papel de "Erin Brokovich", por lo que dejó todo, incluso un pañuelo con su perfume, para que "Mr. Lobster" no olvidara nunca esa noche, que Dior sabe no se repetirá, porque Wheela no suele probar dos veces el mismo plato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario