Mujer biónica

Entre la cantidad de gente que conozco en mi exclusivo círculo de divas, que se divide en diversas latitudes, es en mi terruño donde están las más lindas, bellas, audaces y peculiares damas, señoritas, madamas y  Femme Fattales, en donde se incluye una que parece tener un retrato en su casa, como Dorian Grey, ya que pasa y pasa el tiempo y ella se mantiene igual e incluso más joven, así como Demi Moore, pero sin tanto revoltijo pecaminoso en su vida (al menos que sea conocido).

Esta amiga mía es la Vero Malloa Somar, quien hace algún tiempo atrás sufrió algunos achaques que les dan a las divas timeless y tuvo que ir a su médico particular, en el otro extremo del mundo, para que viera cuál era la dolencia que tenía. Tras muchos exámenes vinculados a la genética, la traumatología, la dermatología y la estética (aún en la enfermedad una se tiene que ver regia y presentable), se dieron cuenta que el dolor venía de dos partes: el alma y la rodilla.

La primera dolencia debía recuperarse con una terapia de compras por el barrio de los nuevos diseñadores y unas tiendas vintage de la ciudad, debido a que todavía le pesaba no haber comprado a tiempo el Chanel de avance de temporada, por lo que tampoco pudo comprar los Louboutin, ni la cartera Marc Jacobs, ni un etcétera de artículos que iban con ese maravilloso traje que imitaba la elegancia del neo punk rock, con toques de brillo en toda su sedosidad negra.

Mientras que la segunda dolencia sólo tenía una respuesta. Vero se sometería al quirófano (y no para restar más años, ni sumar más copas, ni arreglar esos defectitos que Dior nos entregó para que no nos envidiaran tanto las poco agraciadas ni apolineas); debían tratarle su rodilla y ponerle pernos y aleaciones dudosas, que afearían la belleza de esas extremidades de chilena.

Ella se negó rotundamente a que le metieran fierro, aluminio, titanio, acero quirúrgico, cobre, plata u oro. Si se debía operar sería con estilo, por lo que exigió que si le iban a colocar algo en la rodilla, debería tener al menos 14 kilates imperceptibles, por lo que le prepararon una extraña pieza de diamante, que tenía más peso que el anillo de matrimonio de Lady Di y más rareza que una cartea Louis Vuitton en liquidación.

Así la diva de diamante entró al pabellón, con varios especialistas y un joyero, para volverse rica de adentro (ya que es  rica por fuera) y mantener su salud, la que después de la operación continúa tan perfecta como la postura de un little black dress.

Claro que Vero se ha sometido a algunos descansos y rutinas, y cuando volvió a casa todos su personal tuvo que ponerse de cabeza a trabajar para cumplir con sus deseos, ya que pasó de ser una mujer normal a una diva de diamante.

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