Conduciendo a Miss Marce

Creo que he generado algo de Karma negativo después de quebrar mi dieta y atragantarme con tantos carbohidratos en un solo día. Esa es la única explicación para que me haya tenido que perder un suculento almuerzo por acompañar a una de mis amigas. Hace un par de días Marce me pidió que la guiara por alguna calles del anillo Américo Vespucio Poniente, ya que no tiene idea de que es lo que hay más allá del final de las líneas de metro.
La cuestión es que me llamó para que la ubicara geográficamente en el lugar, ya que el auto con GPS incorporado estaba en el mecánico y necesitaba hacer unas grabaciones por su trabajo. Así yo, la buena samaritana, accedí sin problemas para recorrer los dos lugarcitos que Marce tenía que filmar.

Para el primero no hubo mucho problema, lo encontramos casi enseguida y sólo pasamos por delante de la calle unas 4 veces, antes de darnos cuenta de que estaba media oculta y entrar y encontrar la famosa casa. Allí esperé a mi amiga mientras realizaba su trabajo, a la vez que pasaba el tiempo y yo leía y leía el libro de ciencia ficción de la semana. En eso ella se va y pasa a la casa de su jefa a hacer vida social y ya era hora de comer algo, pero pensaba que una Diva se aguanta las ganas y espera el momento indicado y come poco y despacito, así que no le hice caso a mi ruidoso estómago plano que da envidia.

Y pasaba y pasaba el tiempo, yo estaba un poco nerviosa por mi otro compromiso, aunque sabía que todavía quedaba una casa. De esa manera volvimos a la carretera para encontrar el palacete perdido en la comuna llamada Maipú. Al principio no hubo problemas, pero cuando entramos a la carretera, morí.

No puedo creer que haya camiones transitando por la ciudad, no que haya tanto polvo ni nada de eso. Mi sentido de la orientación se fue a las pailas y, como Marce carece de ese sentido, terminamos dando vueltas por Lo Espejo y Pedro Aguirre Cerda, dando vueltas y vueltas por el anillo de Vespucio, viendo todos esos arreglos que llevan años y años, además de automóviles que parecían reliquias de museo.

"Por Dior y Saint Troppez", dijimos. Eso ya era demasiado y el tiempo corría y no había ninguna crema antiedad que pudiese detenerlo. Entonces nos volvió algo de lucidez y tomamos, después de más de una hora, la ruta correcta para la última casa. Estuvimos todo ese rato yendo en sentido contrario, por lo que jamás llegábamos al destino final.

Ya en el lugar, mi hora de almuerzo pasó hace rato, estaba con dieta tácita y con un humor no muy bueno, ya que necesito azúcar para pensar. En eso nos vamos y Marce me dice "que bueno que me acompañaste, porque si no, jamás hubiera llegado a las direcciones". Cosas que nos pasan a las rubias.

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