
Todo el cuento de hadas terminó. Esta maldita telenovela que vivo está en su punto más álgido y, para la próxima temporada no sé a qué personajes traerá. Él ya se disolvió, no es nada de nada; me eliminó de su vida y de contactos. Me sacó de su Blackberry, de su agenda de citas y de los regalos de navidad y (pienso) de mi cumpleaños, próximo a venir.
Pero eso no es lo que me da rabia ni congoja. Él me eliminó a mí, en vez de ser yo quien lo borrara. Mi maldito plan se demoró mucho y todo lo que tenía pensado hacerle, el maldito lo ejecutó antes y me jodió todo lo que había escrito en el papel rosa para los planes maléficos y venganzas. Estoy acabada y con el ego roto. Me siento como Roberta Cappua (la segundona del Miss Universo cuando gano Cecilia), triste, desanimada, sin asunto.
Mi ego se bajó un par de pisos -varios, creo yo-, todo por ser una estúpida que no se dignó a hacer las cosas antes y terminar todo de raíz, dejando que el gusto por las segundas oportunidades y reencuentros sedientos de lujuria tan de María Antonieta que tengo, llevasen el curso a un mal rumbo, sin ese colorete feliz, sin liquidaciones y con las compras de navidad más que atrasadas y, con el regalo para Él comprado, porque estaba al tope de mi lista de "gifts to do".
Ahora entro en esta disyuntiva, pues casi nunca pierdo, pero cuando lo hago me escapo a comenzar una nueva vida, lejos del olor a fracaso, mas creo que seguiré mi drama para que todo se resuelva de una buena vez. No viajaré a la capital para trabajar, no me iré al extranjero ni renunciaré a mi actual trabajo, si no que me vestiré con mi mejor estilo, vibraré estas festividades y tu regalo arderá entre los fuegos de artificio, pero eso sí, te quedará un recuerdo mío... Total "the show must go on".